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Miles de latinoamericanos han migrado a Europa gracias a su apellido

Un dato para situar en contexto la medida tomada por el gobierno italiano. Solo en 2024, la cifra de nuevos ciudadanos italianos que se inscribieron a través de los consulados de Argentina y Brasil registraron 30.000 y 20.000 casos respectivamente. La mayoría lo hacía de la forma que se lleva haciendo durante décadas y que ha permitido emigrar a cientos de miles de personas de América del Sur a Europa: por ascendencia de sangre. Italia acaba de poner coto a la fórmula.
Restringir la ciudadanía. La nación europea ha decidido recortar de manera considerable la ciudadanía por ascendencia (jus sanguinis), limitándola exclusivamente a quienes tengan padres o abuelos italianos, eliminando así la posibilidad que durante décadas permitió a descendientes lejanos, incluso de cuarta o quinta generación, obtenerla si podían probar un ancestro italiano vivo después de 1861.

La decisión, anunciada por el gobierno de Giorgia Meloni y ejecutada de inmediato sin previo aviso, busca frenar el colapso institucional generado por el aluvión de solicitudes, en su mayoría provenientes de América del Sur, donde millones de personas con raíces italianas han intentado acceder a un pasaporte europeo. Según Antonio Tajani, ministro de Exteriores, la medida responde a “años de abusos”, ya que muchos solicitantes no tienen vínculos reales con Italia y buscan la ciudadanía solo para facilitar la movilidad internacional.
Demostrar ser bilingüe. Al parecer, la medida también obliga a los solicitantes a demostrar dominio del idioma italiano mediante un examen oficial, haber residido al menos tres años en Italia, y someterse a un proceso centralizado con entrevistas presenciales, eliminando la gestión tradicional a través de consulados. Plus: deben cumplir con obligaciones como votar, pagar impuestos y renovar documentos para no perder la nacionalidad.

Además, la transmisión de ciudadanía por matrimonio se endurece, exigiendo dos años de residencia conjunta en Italia, mientras que el coste de solicitud se ha duplicado a 600 euros. Por otro lado, los italianos que residen fuera y no cumplen con estas obligaciones corren el riesgo de perder su ciudadanía, lo que afecta incluso a sus descendientes.

Sistema saturado, negocio millonario. Por supuesto, hay mucho más detrás de la medida. Como apuntaba el New York Times, el problema no es solo numérico: en la última década, la cifra de italianos residentes en el exterior creció un 40%, pasando de 4.6 millones en 2014 a 6.4 millones en 2024, principalmente por la concesión de nuevas ciudadanías. En 2024 y como avanzamos, solo en Argentina se otorgaron 30.000 ciudadanías, y en Brasil, otras 20.000.