Apenas hace un lustro, el corrido tumbado era un fenómeno underground de algunas zonas rurales de Sinaloa y Jalisco. Hoy, gracias a exponentes como Peso Pluma, Natanael Cano y Eslabon Armado, ese subgénero ha traspasado fronteras, colándose en los ránquines de música urbana y en playlists de Spotify a escala mundial. Pero si hay un nombre que, desde 2024, acelera el pulso de la industria musical mesiánica de México, ese es el de Peso Pluma. Durante mayo y a inicios de junio de 2025, el rapero-cantautor originario de Ciudad Obregón ha dado pasos firmes para consolidar su estatus, tanto en el plano comercial como en el artístico.
El pasado 30 de mayo, Peso Pluma lanzó su segundo álbum de estudio, titulado “Sangre y Plata II”, secuela del proyecto que lo catapultó en 2023. El disco, compuesto por quince canciones, combina corridos tradicionales con fusiones trap y beats electrónicos, demostrando cómo el joven autor modula su voz para transitar entre baladas melancólicas y cortes de pistolero. Letras como “Se Fue Concha” o “Mente de Oro” exploran temáticas de lealtad, traición y ambición, con un lenguaje que no rehuye la crudeza, pero que al mismo tiempo exhibe una introspección poco común en el género.
El álbum debutó en el número uno de la lista de Latin Albums de Billboard, rompiendo récords de streaming para música regional mexicana. En la plataforma de YouTube, varios videos superaron los 20 millones de vistas en su primera semana. Estos resultados avalan que Peso Pluma no es producto de un chispazo viral, sino de un trabajo sostenido que dialoga con las audiencias jóvenes, ávidas de relatos urbanos con raíces rancheras.
Para celebrar el lanzamiento, el artista realizó un concierto sorpresa el 2 de junio en un foro independiente de Guadalajara, Registro 135. El local, con capacidad para apenas 1 200 personas, se llenó en cuestión de horas tras la difusión de una invitación anónima en redes. Peso Pluma apareció sin anuncio previo, vestido con una chamarra negra satinada y botas de pata de gallo, acompañado por su banda de seis músicos en vivo. El show fue una muestra de energía concentrada: interpretó varios cortes nuevos en acústico, alternando guitarra y subidas repentinas de trompeta. El público, atento a cada arreglo, cerró la velada con “El Belicón” y “Rafa Caro Quintero”, donde las letras de hibridación entre corrido clásico y ritmos urbanos resonaron con mayor potencia.
Sin embargo, junto a los elogios por su propuesta musical, Peso Pluma enfrenta debates sobre el contenido lírico. Críticos de la música popular mexicana han cuestionado que algunas canciones, si bien poéticas, puedan rendir culto a la violencia o a personajes polémicos. El propio artista ha respondido que sus letras “son relatos de la realidad que nos rodea, pero no una invitación a la delincuencia”. Ha alegado que el corrido tumbado, en su entendimiento, es una forma de narrar historias sin filtros, de mostrar las posibles consecuencias del afán de poder.