Más de 70 millones de personas en América Latina y el Caribe no tienen ingresos suficientes para adquirir una canasta básica de alimentos y 43 millones padecen hambre. Esta problemática se acentúa entre las mujeres, la población indígena y los habitantes de zonas rurales; y responde más a brechas de acceso a los alimentos que a la falta de oferta, expuso José Manuel Salazar-Xirinachs, secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América y el Caribe (Cepal).
La falta de acceso a una canasta básica –en una región que destaca como exportadora en la materia– responde al cómo están configuradas las cadenas de suministro de alimentos a nivel global, a los precios de estos bienes y a la incidencia de la pobreza, abundó en conferencia de prensa. Es así que el reto de reducir el hambre y la desnutrición en América Latina y el Caribe empieza por la enmienda de disminuir la falta de ingresos, enfatizó Salazar-Xirinachs.
“La incidencia de la pobreza y pobreza extrema es mayor que hace diez años y esto en gran parte se debe al síndrome de bajo crecimiento que padece la región”, acentuó el titular de la Cepal. El avance de la actividad económica en la región durante los últimos diez años ha sido en promedio de 0.8 por ciento anual, menos de la mitad del 2 por ciento de la llamada Década Perdida. “Con tasas de crecimiento tan bajas, es sumamente difícil, por no decir imposible, reducir la pobreza e informalidad y crear empleo de calidad”, explicó.
De ahí que también resulta más intrincado apagar el hambre y el riesgo de inseguridad alimentaria en una región que vive la paradoja de tener 15 países exportadores netos de alimentos, pero cuyos sectores productivos reflejan las brechas de desigualdad que recorren sus estructuras económicas.