El regreso de Rammstein a México fue tendencia a lo largo de la última semana, dejando ver que la expectativa por lo que nos mostraría la banda alemana estaba a tope. Y tenemos que decirles una cosa: la experiencia es brutal, intensa, única… en fin, las palabras no alcanzan para definir lo que este espectáculo fue.
Desde el inicio, el escenario lucía imponente incluso antes de que las luces, el fuego y los integrantes del grupo encabezado por Till Lindemann aparecieran en la tarima del Foro Sol. Ya en plena espera, uno podía sentir que se venía un verdadero show para el recuerdo.
La sugerencia en los altavoces previo al concierto es que en medida de lo posible, el público guardara su teléfono. Claro que se entiende la petición; no hay nada como disfrutar de una presentación de este tamaño con toda la atención de por medio. Pero igual es válido tener el recuerdito en video; no hay pierde.
Y bueno, el momento llegó. El logo del grupo se iluminó, se elevó a lo largo de una pantalla y cuando alcanzó la parte más alta de la estructura, se soltó la pirotecnia para dar la bienvenida a Rammstein. Lindemann no es muy conversador en realidad, pero no hace falta cuando el acto habla por sí solo desde el primer minuto. “Armee der Tristen”, “Zick Zack” y “Links 2-3-4” abrieron el concierto ahí nomás como los primeros avisos del poderío sonoro de la agrupación, acompañado claro por el coro del público que conectó de inmediato.
Era de esperarse que la gente hiciera caso omiso de la sugerencia de no sacar los teléfonos, pero eso no fue inconveniente porque cuando “Sehnsucht” sonó se desbordaron el headbanging, los gritos y toda la energía.