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Actividad física provoca numerosos cambios celulares y moleculares en los órganos

Los beneficios de la actividad física para la salud son bien conocidos, pero aún no se comprende del todo cómo este cambia el cuerpo a nivel molecular. Ahora, un nuevo estudio de científicos estadounidenses comprueba que el ejercicio provoca numerosos cambios celulares y moleculares en los órganos.

El estudio se realizó en ratas y se examinaron 19 órganos; los resultados demostraron que la respuesta del organismo al ejercicio prolongado es más compleja y de mayor alcance de lo que se pensaba.

Según los autores, la actividad física prolongada en estos animales provocó profundos cambios en el ARN, las proteínas y los metabolitos de casi todos los tejidos, lo que proporciona pistas sobre muchas afecciones humanas.

Para llegar a sus conclusiones, los científicos utilizaron una serie de técnicas de laboratorio para analizar los cambios moleculares en ratas sometidas a semanas de ejercicio intenso.

Estudiaron diversos tejidos, como el corazón, el cerebro y los pulmones, y descubrieron que cada uno de los órganos cambiaba con el ejercicio, ayudando al organismo a regular el sistema inmunitario, responder al estrés y controlar las vías relacionadas con las enfermedades inflamatorias del hígado, las cardiopatías y las lesiones tisulares.

Los investigadores descubrieron que el ejercicio afectaba a miles de moléculas y que los cambios más extremos se producían en la glándula suprarrenal, que produce hormonas que regulan muchos procesos importantes como la inmunidad, el metabolismo y la presión arterial.

Observaron diferencias de sexo en varios órganos, sobre todo en relación con la respuesta inmunitaria. La mayoría de las moléculas de señalización inmunitaria exclusivas de las hembras mostraron cambios en sus niveles entre una y dos semanas de entrenamiento, mientras que las de los machos mostraron diferencias entre cuatro y ocho semanas.

Los autores, que han puesto los datos en abierto para toda la comunidad científica, esperan que sus hallazgos puedan servir algún día para adaptar el ejercicio al estado de salud de cada persona o para desarrollar tratamientos que imiten los efectos de la actividad física en aquellos que no pueden hacer ejercicio, por lo que ya han iniciado estudios en personas para rastrear los efectos moleculares del ejercicio.